A menudo, en las oficinas y los diversos espacios de trabajo se crean ambientes complicados. De pronto, la sensación general en la oficina es algo tensa, y comenzamos a echar culpas en todos y en todo lo que nos rodea. Que si el jefe y sus apuros, que si las luces artificiales, o que si la copiadora se atasca, suelen ser los justificativos que ponemos a nuestro propio malestar. Cuidado, bien podrías ser tú mismo el problema.
A veces no nos damos cuenta cuándo es que nos transformamos en el objeto de incomodidad. Puede que un día llegaste a la oficina de mal humor, pues a todos nos ha sucedido. Lo importante es no dejarse vencer, ni transformar este mal humor en un hábito cotidiano.
Los malos gestos, el mal talante y el constante mal humor pueden transformarse en un sello característico de la persona, que crea un círculo vicioso en su entorno laboral. Ya que llegas de mal humor, causas mal humor en los demás y esto, también, te pone a ti de peor humor. Pero no todo está perdido. Si ya lo has notado, o si estás en camino a convertirte en “el mala cara” de la oficina, vayan estos consejos para que logres cambiar el humor en el trabajo:
No te olvides de saludar. Cada mañana, al ingresar al trabajo, agrega un “buenos días” antes de cualquier frase o gesto. Esto contagiará a los demás, y propiciará un mejor comienzo de la jornada.
Cuidado con los chismes y comentarios.
A veces, y sin quererlo, caemos presas de comentarios inapropiados en el trabajo. Ya sea por alguna situación justificable, o por una mera apreciación personal, a menudo estos comentarios adquieren tintes ofensivos, o simplemente resultan inapropiados para el ambiente laboral. Evita los chismes y las observaciones personales, para procurar la calma y las buenas relaciones en la oficina. Recuerda el consejo de abuela: cuando no tengas nada bueno por decir, pues no digas nada.
Tiempo de trabajar, tiempo de relajar.
Otro motivo que propicia los malos humores en la oficina es ante el exceso del tiempo de descanso. No abuses de tu tiempo libre, evita quedarte al teléfono en llamadas personales o leyendo tus emails por más tiempo del apropiado. Más importante aún: evita interrumpir a los demás en tu tiempo de relax. Recuerda que tú puedes tener una jornada menos laboriosa, pero los demás pueden estar sometidos a labores estresantes que requieren de su atención. También procura llegar a tiempo a tu trabajo, y no retirarte antes de tiempo, cumpliendo con el horario establecido.
La sinceridad, ante todo.
Ser sincero no es sinónimo de hablar sin tapujos. Debes medir tus palabras, evitando los comentarios inapropiados, pero siempre manteniéndote fiel a la verdad. Evita las adulaciones en exceso, o los comentarios de tal talante, que no respondan a la honestidad y a la verdad. Esto fomentará, también, la sinceridad en tus colegas y compañeros de trabajo.
El orden como regla.
Mantén tu espacio de trabajo limpio y ordenado. Además de resultar mucho más estético y de permitir una labor mucho más optimizada y eficiente, el orden y la limpieza actúan de manera positiva en nuestra sensación y percepción anímica, y también en las de los demás.
Finalmente, mantén el decoro. Viste de manera apropiada, no eleves el tono de voz, y recuerda que ese es tu sitio de trabajo, ni más ni menos que eso.