Muchas personas pasan largas jornadas sentadas en una silla ante un escritorio en sus lugares de trabajo. Aunque una silla no puede lastimarnos, si puede producir una mala postura que acarreará dolores y problemas de salud en un futuro. Además, la incomodidad de una silla también puede aumentar la sensación de fatiga de los trabajadores, mermando su productividad.
Para evitar estas desagradables consecuencias, es necesario que los empleados cuenten con un buen asiento. Te ofrecemos algunos consejos para elegir la silla de oficina adecuada:
Las sillas ergonómicas son las más recomendables para una oficina, ya que buscan adaptar el producto a las necesidades del ser humano.
Una silla ergonómica proporciona soporte en la espalda y en la región lumbar para evitar lesiones a las personas.
Existen cuatro criterios ergonómicos a considerar al elegir una silla de trabajo respecto a las partes que la componen:
Debe ser lo suficientemente amplio para que la persona pueda sentarse cómodamente en él. Se recomienda que tenga un ancho de 40 a 50 centímetros y que sea acolchado. Debe tener una palanca de ajuste neumático para regular la altura, de forma que los pies de la persona siempre toquen el suelo. La parte delantera del asiento debe estar ligeramente inclinada hacia abajo, para no oprimir la parte posterior de las rodillas y afectar la circulación.
El respaldo de la silla debe medir de 30 a 48 centímetros de ancho y ser ajustable en altura, inclinación y firmeza. Debe ajustarse a la espalda mediante una perilla, y dar soporte a la zona lumbar.
Aunque son opcionales, se recomiendan para las personas que requieren estabilidad en la mano, o que no pueden apoyar el antebrazo en el escritorio. Es importante que su separación y altura puedan ser reguladas y que estas partes no impidan que la silla se acomode debajo del escritorio.
Las sillas ergonómicas deben tener cinco puntos de apoyo, preferiblemente con ruedas para que el trabajador pueda moverse libremente y le sea fácil cambiar de postura.