Para un diseño ergonómico del puesto de trabajo, nos basaremos en algunos factores específicos:
Para dimensionar un puesto de trabajo que sirva universalmente, se debe tener en cuenta los extremos: los individuos de mayor y menor tamaño. Es decir, el puesto debe acondicionarse a cualquier talla, entre ambas medidas. Con esto nos referimos a la altura de escritorios y sillas, espacio para las piernas, altura de la pantalla del monitor y teclado, etc., para lo cual consideraremos, además, el tipo de tarea a realizar: ¿sólo se utiliza ordenador, o también se escribe a mano?; ¿se utilizan otros equipos tecnológicos? Si es así, ¿se pueden manipular estando sentado?.
Como decíamos, son tantos los factores a tener en cuenta, que buscaremos la mejor solución adaptable a cada situación particular.
También nos fijaremos en la comodidad para alcanzar elementos de trabajo. En lo posible, deberíamos poder acceder a carpetas y otros elementos sin necesidad de pararnos, ni realizar movimientos forzados, tanto en horizontal (lo que se encuentra sobre la mesa de trabajo), como en vertical (estantes o archiveros). Esta distancia óptima se denomina “límite de alcance ocasional”.
Por lo general, la altura de la mesa de trabajo es fija, salvo que se trate de una de diseño que tiene la posibilidad de ajustarse. Lo ideal es que esté a 70 centímetros del piso, y tenga una superficie de 1,20 mts x 0,80 mts, lo necesario para usar el ordenador, escribir a mano, y tener cerca agenda, papeles o útiles. Procuraremos que la pintura no sea brillante, para que no refleje, y el espacio por debajo esté libre, para poder mover las piernas con comodidad.
También es conveniente contar con apoyapiés, para que no estén colgando, sino completamente apoyados. Éstos deben tener una inclinación de 10º, y una superficie mínima de 40 cms x 40 cms. Aunque las sillas sean regulables, a veces la altura de la mesa de trabajo provoca que tengamos que subir tanto la silla, que los pies no apoyan en el piso. Por su parte, el apoya-brazos ideal debe permitir descansar con comodidad la mano y el antebrazo.
Cada puesto de trabajo debe contar con suficiente iluminación, de acuerdo a la tarea que se desarrolla en él. En algunos casos, cuando se realizan trabajos manuales, por ejemplo, cada mesa necesitará una iluminación particular, además de la general. Aquí, el uso de difusores evitará que la luz dé en forma directa, lo que puede generar fatiga visual. Las luminarias generales deben estar por encima de la altura de los ojos. Si hay iluminación natural, evitaremos que el sol dé directamente sobre las mesas.
Con respecto a los colores, se ha comprobado que tienen distintos efectos psicológicos y, además, algunos se adaptan mejor que otros a determinadas tareas. Por ejemplo, si el trabajo que se realiza es monótono, conviene elegir colores brillantes que levantan el ánimo. Si bien no se usarán para las paredes, sí se pueden emplear para las puertas y objetos decorativos, o para sectores de paso, como pasillos.
El ruido ambiental no sólo perturba la concentración, sino que puede producir efectos psicológicos no deseados cuando supera ciertos niveles. Para que nos demos una idea, cualquier sonido por encima de los 55 db provoca incomodidad.
Un truco para disminuir el ruido ambiental es dividir el área total en varios espacios de trabajo pequeños, en lugar de uno que ocupe toda la superficie. De ese modo, en cada sector habrá menos aparatos (teléfonos, ordenadores, fotocopiadoras, etc.) funcionando y generando ruido. Con esta distribución lograremos, además, aumentar la concentración, ya que los espacios grandes contribuyen a la dispersión.