El equilibrio entre compañerismo y competencia

Trabajos y sentimientos, un equilibrio necesario

Se dice que el trabajo que se realiza con pasión, se lleva en el corazón. También sabemos que es casi inevitable no formar vínculos dentro de la oficina, con personas con las que compartes a diario y por –en ocasiones- más tiempo del que puedes compartir con tu propia familia. Pero hay dos asuntos muy diferentes aquí: ser sociable, y ser emocional. Las emociones y el trabajo se entremezclan, levemente, sólo en el trato que des a los demás, pero no deben influir en tu criterio de trabajo.

Los seres humanos somos seres emocionales, no hay duda de ello. Y tampoco podemos dejar de tener emociones y sentimientos a placer. Pero sí podemos dar un equilibrio a las cosas, para que las emociones no afecten nuestro buen juicio, ni la razón influya sobre nuestras emociones.

Está bien tener un cierto apego por los compañeros de trabajo, sentirse involucrado en este grupo humano, ser cordial y generoso con los colegas. Pero debes comprender que el mercado laboral es una jungla de animales salvajes. Recuerda que los lobos también pueden disfrazarse de corderos para atrapar a su presa.

Piénsalo de esta forma: hay un puesto vacante, que significa una promoción y un aumento del sueldo. ¿Crees que un colega pedirá que te lo den a ti, aunque él también necesite esos beneficios? Seguramente luchará con uñas y dientes por conseguirlo, y está bien, pues tú también lo harías.

Lo más apropiado en este caso es actuar con respeto, no hablar mal del colega ni señalar sus errores, sino preocuparte por mejorar tus capacidades y ponerte en la mira para que te consideren para ese puesto, demostrando por qué tú eres el indicado por sobre los demás, por tus propios méritos. Lo importante es no dejar que estas acciones laborales nublen las emociones: cada quien lucha por su propio trabajo y por su carrera laboral, y ello no debiera significar un corte de relaciones ni un cese en la amistad.

Nada de culpas ni de pérdidas vanas

Lo mismo se aplica por la corporación en sí. Digámoslo en un ejemplo: trabajas en una firma desde hace años y te sientes profundamente involucrado a la entidad. De pronto te ofrecen un puesto en otra firma, en la competencia, y significa un mejor sueldo, menos horas de trabajo y mayores beneficios, incluyendo posibles ascensos en un futuro próximo. En este caso debes agradecer a la firma actual, elegir en base a tus propios beneficios, y no quedarte estancado en un mismo puesto de por vida, por tener un apego sentimental con la corporación.

Es posible hallar el equilibrio entre el trabajo y las emociones, si tomas al trabajo como el medio de sustento económico, no personal. Quien te estima se alegra por tus aciertos, y esto debería reflejarse por parte de tus colegas, jefes y de toda la corporación, en lugar de crear una dependencia falsa, pues hay una gran verdad en el mundo laboral: absolutamente nadie es irreemplazable, de una u otra manera.