Las entrevistas laborales, para contratación o por ascensos, suelen seguir un formato ya bien conocido: presentarse, algunas preguntas y respuestas, y comentarios. Las metodologías se repiten, en cuestionamientos a los que muchos candidatos terminan por responder casi de manera automatizada. Pero ten cuidado con las preguntas que te haga el reclutador: hay tres, al menos, que tienen una intención oculta.
Estas son tres preguntas habituales en cualquier entrevista: te piden decir cuáles consideras tus tres principales virtudes, tus tres mayores defectos, y que cuentes algo sobre ti. Lo cierto es que es tan importante la respuesta como el modo en el que la dices: el reclutador no está queriendo saber si uno de tus defectos es ser perfeccionista realmente, sino cómo manejas la situación para responder.
El truco está en hacer que tus defectos sean virtudes laborales (por ejemplo, “soy demasiado constante a veces, hasta no terminar una tarea no la abandono” o “soy muy puntual y no tolero llegar tarde a cualquier sitio”), y en hacer que tus virtudes sean aplicadas al mundo laboral (no digas algo como “soy extremadamente sociable” o “tengo un hándicap bajo en el golf”, sino algo como “soy muy tenaz y deseoso de aprender cosas nuevas, me encanta implementar las nuevas herramientas que voy aprendiendo”).
En cuanto a “dime algo sobre ti”, nuevamente no están queriendo saber si tienes buena relación con tus hermanos, sino algo que sea de interés para el trabajo: “trabajo bien en equipos, de hecho jugué al vóley antes de dedicarme por completo al trabajo”.
Una pregunta como “¿cómo te ves en cinco años?” es algo capciosa también. La pregunta busca saber tus motivaciones y aspiraciones. Muchos tienden a contestar respecto de altos puestos de mando, dicen querer ser gerentes cuando están siendo reclutados para cadete. La mejor manera de responder es “quisiera verme productivo en mi trabajo, bien encaminado y en constante aprendizaje”, sin mencionar un puesto específico ni nada demasiado estricto. Si prefieres, responde algo más personal, como “quisiera tener ya la capacidad de ahorros y las finanzas organizadas como para adquirir mi propio bote”; respuestas como estas hablan de una sana ambición y de aspiraciones que se complementan bien con el esfuerzo en el trabajo.