Lo que antes eran casos poco habituales y muy llamativos por su exclusividad y rareza, hoy se ha convertido en verdaderos síndromes incapacitantes que afectan a empleados y trabajadores de todas las jerarquías. Las jefaturas y puestos de alto mando no están exentos de estos pesares habituales, sino por el contrario: están cada día más expuestos
Con este curioso nombre se ha dado en llamar a un pesar bastante habitual en los cargos de más alto mando en las corporaciones, en especial en las que cuentan con una nómina extensa. Hamlet, el personaje literario, se dio a conocer por sus constantes dudas filosóficas, de igual modo que sufren estos jefes y gerentes (CEOs) que se cuestionan de manera constante.,
Cuantas más decisiones han de tomar a lo largo de sus jornadas, más expuestos están a este síndrome de permanentes y agotadoras dudas. A la larga, el síndrome afecta la capacidad de mando del jefe, frenándolo en la toma de tomar decisiones, convirtiéndose en una persona temerosa del avance por miedo al fracaso. A menudo quien sufre de este síndrome deja pasar grandes oportunidades, por temor a los resultados adversos, en un constante desgaste emocional que termina por alejar a la persona de la vida laboral, por completo.
Seguramente has oído hablar del síndrome de abstinencia, en relación a quienes están recuperándose de adicciones a las drogas, al alcohol, y a todo tipo de sustancias. Este síndrome aparece cuando el adicto abandona la sustancia de golpe, y su cuerpo presenta un rechazo a la situación, una necesidad de nuevas dosis de su arma asesina.
De igual manera, el síndrome de la abstinencia del ejecutivo aparece en momentos de descanso. Acostumbrado al ajetreo, a la emoción y a la intensa actividad del cargo, cuando la persona en el puesto de mando sale de vacaciones, de fin de semana, se encuentra con días no laborables o, simplemente, al tener un día tranquilo en la oficina, presenta un rechazo, un vacío de acción en un momento emocionalmente estresante.
Quienes sufren de este síntoma no logran desprenderse de la oficina. Verifican su correo electrónico y mensajes varias veces al día, desde donde sea que estén; van a su sesión de masajes sin desprenderse del móvil; intentan comunicarse con la oficina incluso desde sus vacaciones en Tailandia, sin descanso alguno y sin cultivar una vida personal por fuera de las puertas de la oficina.
Con este gracioso nombre se conoce al tercero y último síndrome de nuestro artículo, uno que afecta a los más variados ejecutivos de cargos intermedios en el mundo entero. Por destacarse en el puesto laboral, por un CV notorio, por un promisorio futuro marcado desde excelentes calificaciones en la Universidad, estos ejecutivos son ingresados al mundo jerárquico a todo brillo. Es cuestión de días para que, quienes sufren de este síndrome, comiencen a manifestar el temor de perder esta luz de reflector, esta consideración especial.
Temen comenzar a ser considerados como “un buen ejecutivo”, en lugar a ser considerados los “niños estrella” de las corporaciones. Este constante miedo no sólo los frena del avance, sino que los lleva a un estado de desesperación en el que buscan llamar la atención, a menudo corriendo riesgos innecesarios y tomando decisiones poco precavidas, con el más mínimo tiempo de consideración, pues sienten que el reloj es el enemigo a vencer en esta búsqueda por la notoriedad.