En toda persona hay un conjunto de capacidades y habilidades, naturales y también aprendidas, que le permite concretar tareas. En una maquinaria bien montada y con engranajes aceitados (tus conocimientos y capacidades), la productividad es el motor que te pone en marcha y acelera o mejora tu rendimiento.
Por eso, debes ser el responsable de evaluar tu propia productividad. Mantenerte motivado, capacitado y en movimiento no sólo se traducirá en un mejor trabajo, con más salario o premios (y la apreciación de tus superiores, lo que podría darte en el futuro mayores cargos y beneficios), sino que también es lo que creará tu bienestar dentro y fuera de la oficina. Recuerda siempre que llegar a casa feliz, satisfecho con tu labor del día, sin pendientes que ocupen tus pensamientos, es la mejor sensación de todo trabajador al finalizar la jornada.
Hay dos preguntas que debes hacerte con cierta regularidad, en particular cuando sientes que no estás alcanzando tus objetivos:
La capacidad, sea física, intelectual o de la que sea, es algo adquirido. Una buena capacitación, formación, prácticas y nuevos conceptos aplicados son capacidades que no debes dejar de lado. La primera pregunta que puede tener mucha influencia sobre tu productividad, es si hay capacidades que estás olvidando, dejando de lado, o que podrías ampliar para mejorar.
Puede ser aprender a utilizar mejor el ordenador o el nuevo software que usas a nivel básico, mejorar tus conocimientos sobre la literatura de tu labor, aprender a utilizar ese martillo neumático o sobre cómo es la convivencia de los obreros en las minas de sal, si esa es tu labor. Analiza las capacidades que pueden estar algo débiles, y foméntalas como primera medida.