La oficina, el despacho, el estudio, cualquiera sea el nombre que demos a nuestro lugar de trabajo, es el sitio en que pasamos la mayor cantidad de horas al día (en las que estamos despiertos, claro). Y aunque muchas personas consideran ese espacio un lugar de tránsito, en realidad es mucho más que eso.
Nuestro lugar de trabajo es un lugar que nos cobija, en el que generamos nuestros recursos, ponemos en práctica nuestros conocimientos, realizamos labor. Por eso es fundamental que sea un sitio cómodo, seguro, versátil, funcional y, por cierto, bonito. Está comprobado que trabajar en ambientes confortables aumenta la productividad, porque nos hace sentir mejor anímicamente.
Los aspectos básicos a tener en cuenta para organizar el espacio de trabajo son la distribución de los elementos, la funcionalidad del equipamiento, la iluminación, el color, etc. Los detalles decorativos vendrán después, cuando estos aspectos básicos estén resueltos.
En principio, es fundamental que el espacio sea lo más abierto posible, para no dar sensación de opresión o encierro. También debe haber lugar suficiente para el desplazamiento aunque, quizás por nuestro tipo de trabajo estemos sentados la mayor parte del tiempo. Y es fundamental que haya bastante espacio de guardado, porque el desorden produce un malestar emocional que se traduce en diversos malestares físicos.
Un detalle a tener en cuenta: es importante personalizar nuestro espacio de trabajo, ya sea una gran oficina o un simple escritorio en un rincón: fotos familiares, alguna planta, un objeto que nos guste sobre la mesa de trabajo, un cuadro en la pared… todo contribuirá a hacernos sentir mejor.
Son muchos los temas a tener en cuenta cuando decoramos nuestro espacio laboral, especialmente en estos tiempos en que muchas personas han optado por montar su oficina en casa. En ese caso, es fundamental que tengamos, además, suficiente privacidad como para poder ejercer nuestra actividad sin distracciones, ni interrupciones, ni ruidos molestos.