Se dice que el 50% de la fortuna de una persona se forja entre los 30 y los 45 años. Pasada esta época de trabajo y ahorro, comienzas a contemplar tu vida de un modo diferente: las posibilidades en el mercado descienden, las prestaciones son menos adecuadas, y es el momento ideal para comenzar a considerar un cambio radical en tu vida. Alcanzados los 45 años, en la flor de tu edad, puedes dedicarte a planificar tu nueva actividad, esta vez desde el sector independiente.
A nivel personal, alcanzar los 40 años de edad puede ser traumatizante, conflictivo y hasta puede llevarnos a tomar decisiones desmesuradas por recuperar lo que consideramos “juventud perdida”. Esto es absolutamente inexacto, en especial en el mundo de los negocios: de los 40 años en adelante hemos alcanzado nuestro tope de ganancias, aún contamos con vitalidad e ímpetu, y todavía tenemos mucho tiempo por delante para dedicarlo a nuevos emprendimientos.
Este cambio a nivel personal nos impulsa al cambio de mentalidad, a una nueva visión del mundo que nos rodea. En el trabajo, la llegada de jóvenes con sangre fresca al mercado laboral nos demuestra que, quien no ha dedicado esfuerzo a aggiornarse en las tecnologías y metodologías, queda obsoleto sin remedio. El aprendizaje de nuevos conceptos va haciéndose más difícil con el paso de los años, mientras que debemos seguir cumpliendo con los mandatos ajenos que nos desmotivan y nos frenan en dar forma a nuestros ideales y deseos.
Los años de trabajo anteriores te han adiestrado en muchísimos conceptos que quizás no tienes en cuenta. Si has sido empleado por este tiempo, entonces tienes los conocimientos adecuados para ser el jefe, para llevar adelante un proyecto con empleados a sabiendas de lo que se necesita para crear un ambiente laboral motivador y productivo.
Los 45 años también traen consigo una contemplación única. Finalmente sabes lo que quieres, a dónde quieres llegar. Los hijos ya han crecido y comienzan a valerse por su cuenta, tienes menos presiones familiares y culturales, y –francamente- al fin puedes actuar como prefieres. Es el momento ideal para comenzar un nuevo proyecto laboral, siempre con templanza y no con capricho, aplicando lo aprendido y haciendo las consultas adecuadas para iniciar tus planes con tiempo y mejores posibilidades de crecimiento y prosperidad.
Comenzar un nuevo emprendimiento carga con una buena cuota de temor. El miedo a fracasar, a quedarnos sin dinero, a no alcanzar las metas se imponen, y hasta logran frenarnos en nuestro ímpetu. No dejes que esto suceda, simplemente planificando apropiadamente tus futuras actividades y “poniendo los huevos en diferentes canastas”.
Aprovecha los créditos y las asociaciones financieras que pueden darte el capital necesario para dar comienzo a tus actividades, sin disponer para ello de los ahorros de toda tu vida. Así restarás temor y aumentarás confianza, contando con una red de seguridad que sólo te dará tranquilidad y fuerzas para seguir adelante, y dar forma al fin a esa vocación que te acompañó, oculta, durante toda tu vida laboral hasta hoy.