A pesar de su condición de “amenaza a la salud”, el estrés en su definición no es una patología. Sin embargo, posee una sintomatología descrita como un conjunto de condiciones asociadas, entre ellas, alteraciones en el ánimo, en la memoria, en la concentración y en el funcionamiento social y laboral.
Definir un cuadro de estrés, entonces, es tarea de un profesional de la salud, sea física o psicológica, o en su conjunto. Hay señales a las que debes prestar atención, para prevenir el desarrollo de este peligroso cuadro, como las siguientes.
Agotamiento físico y/o emocional. Tu cuerpo se siente cansado, adolorido sin tener justificaciones (como esfuerzos o trabajos físicos). De igual modo la mente se siente agobiada. Se dificulta la concentración y la capacidad de proyección o de pensamiento. Te sientes cerca de un límite, sin saber específicamente de qué límite se trata.
Alejamiento (se define en consultorio como “despersonalización”). Te sientes alejado y distanciado de tu trabajo, de tu entorno, hasta de tus seres queridos y de ti mismo. Puede que notes indiferencia y desinterés en tus acciones, en tu trabajo, hasta en la ejecución de tareas que, normalmente, te darían placer.
Insatisfacción. Ante un incipiente cuadro de estrés, puede que te sientas como perdido de tus metas e ideales. Las actividades van perdiendo el sentido, al no tener en vista la meta ni la motivación para alcanzarla. Aparecen, en cuadros severos, las sensaciones de insatisfacción y hasta de fracaso laboral y personal.
Entre el conjunto de síntomas físicos (a nivel cuerpo) y psicosomáticos, son notorios la fatiga, los malestares gástricos (acidez, pesadez, úlceras y otros), las jaquecas y cefaleas, la tensión muscular, y la dificultad para conciliar el sueño. También se incluyen el alejamiento o ausentismo a la vida laboral y social.
Entre los síntomas conductuales, se incluyen las tendencias a las adicciones, ya sea a sustancias ilegales, al alcohol, o también al trabajo. Por su parte, los síntomas de carácter emocional incluyen los cambios repentinos de humor, la irritabilidad, la agresividad, la falta de concentración y de interés en las tareas, y la carencia de relajación, incluida la incapacidad para el descanso adecuado.
Ante la presencia de estos síntomas, es prudente consultar a un médico o a un profesional de la salud mental, a fines de evitar que el cuadro de estrés se desarrolle o derive en otros cuadros y sintomatologías.