El jefe es uno de los personajes más interesantes de una oficina. Odiados, amados, temidos o respetados, son a menudo la razón de las preocupaciones, y también responsables del avance en la carrera laboral.
Para evitar que el jefe ponga en riesgo tu desarrollo profesional, presta atención a estos consejos.
Hay jefes que temen por sus propios puestos cuando notan que sus subalternos tienen “mejores” ideas que ellos. Es un caso muy habitual en jefes inseguros, o nombrados en su cargo sin demasiado mérito o conocimientos, también en aquellos de empresas familiares, a menudo designados sin más estimación que su relación de parentesco.
Estos jefes eligen uno de dos caminos. El primero es subestimar y hasta
descartar buenas ideas, por temor a que un empleado sea mejor visto que él.
Esta clase de jefe evita dejar en tus manos labores importantes o propuestas de
nuevos negocios, delegando a sus mejores empleados las tareas más absurdas o
simples.
Puedes presentar tus ideas en conjunto con él (siempre en tu presencia), sin amenazas de hacer llegar la propuesta a cargos superiores, y procurando recordarle que un buen empleado es siempre el reflejo de un buen jefe, para motivarlo a que te permita la libertad de presentar o proponer tus ideas.
El segundo camino que puede elegir es tomar las buenas ideas como propias. Este jefe es identificable, pues suele descartar y hasta mencionar los puntos débiles de las ideas que se le presentan, y a la vez procuran aprender sus detalles o solicitan informes por escrito. Luego, presentan la idea como propia a sus superiores y colegas.
Procura estar presente en las reuniones, para poder tomar crédito cuando la situación lo permita, y para impedir que presente las ideas como propias. En un caso extremo podrás enviar tus propuestas por correo interno, con copia a otro superior.
Hay jefes que no tienen en cuenta el valor del tiempo de sus empleados. No cumplen con las citas pactadas, se demoran en responder comunicaciones y, a veces, directamente no las contestan.
En estos casos, debes insistir unos días antes sobre tu cita con su secretario o asistente, y si lo encuentras, recuérdale que “en tantos días tienen una cita”. Si el jefe no responde a tus mails, vuelve a enviárselos comunicando que no has recibido respuesta, o comunícate por otro medio, en persona si fuera necesario.
Hay jefes a los que no les gustan los cambios, los asustan, los dejan con incertidumbres hasta de sus propios puestos. Estos jefes son identificables, pues se comportan con nervios y malos humores cuando presentas ideas de cambios. También, evitan tomar decisiones importantes y demoran sus mandos por el mismo motivo.
En este caso debes tener mucha cautela: presentar tus ideas de cambio como si no lo fuesen en absoluto, o minimizando el cambio real que las acciones tendrían o darían, sin esconder datos necesarios. Explícale que se trata de modificaciones mínimas, y preséntale la lista de beneficios asociados. Establece que se trata de tu responsabilidad aplicar los cambios, si fuera el caso, para minimizar su ansiedad respecto de las consecuencias.